Bueno fuera que olvidarte fuera sencillo. Sencillo no será nunca de olvidar tu manera de morder tu labio inferior con ensayada falta de inocencia, ese movimiento cósmico y periódico no puede ser espontaneo, y si lo es, es imposible catalogarlo como tal; hundir mis largos y gruesos dedos entre tu castaña e indómita melena debería ser delito, rehacer cada uno de tus rizos con mis dedos es un placer que no debería serle permitido a los terrestres, mucho menos de la forma tan perezosa en que yo realizo dicha acción. Mirarte a los ojos es el confesionario más duro del mundo, con solo sentir tus pupilas taciturnas fijarse sobre las mías, un frío me recorre la espalda y siento que con solo esa simple mirada de un ojo entreabierto, puedes saber todo lo que mi comportamiento oportunista te esconde. No quisiera hablar ya de tus manos porque son tan ínfimas, tan delicadas que podrían sostener todos mis más grandes problemas y aun así no caer a la fragilidad ni en la derrota, ¡Si pudieras conv
La soledad es una ventana que puedes abrir o puedes cerrar